Rubén Magnano. De la Generación Dorada a la motivación: “No hay nombre propio que supere el del equipo”Por Gustavo Grazioli
En agosto de 2004, la Selección Argentina de Básquet se enfrentó a Serbia y Montenegro –uno de los favoritos de aquel grupo– en lo que fue su debut olímpico en Atenas. El conjunto nacional estaba debajo en el marcador por un punto y los segundos finales alimentaban una tensión que iba de cero a cien, como si se acelerara el motor de un Fórmula 1. Antes de que la chicharra decretara que no había más tiempo, Manu Ginóbili, luego de recibir un pase desde la mitad de cancha, se tiró en “palomita” y anotó el doble que otorgó el triunfo inaugural y abonó el camino hacia la medalla dorada.